El geko de piedra 6

   
 Volvieron a aparcar en el centro del pueblo. Habían decidido que Leonor haría la compra  pero dejaría  las bolsas en la tienda y luego volverían a cogerlo todo para meterlo en el coche. Mientras Olivia quería aprovechar para explorar por sí misma el paseo marítimo. Se dieron un beso y d quedaron en verse en la librería.
     Olivia caminó hasta el paseo marítimo. Eran casi las once de la mañana y ya había gente en la playa colocando sus sombrillas y acomodando sus toallas. Decidió descalzarse y entrar en la arena para acercarse hasta el mar. La arena aún no estaba caliente pero el sol ya comenzaba a caletarla y estaba tibia bajo sus pies. Le gustaba mucho caminar sobre ella y siempre que podía lo hacía en su ciudad pero había demasiada gente. En cambio allí la playa era tan ancha que toda la gente estaba bastante alejada del paseo marítimo y había un buen cacho hasta llegar a la orilla.  Tras dejar atrás las plantas que crecían  en la arena junto al paseo y caminar un rato llegó hasta la orilla y el agua tocó sus pies. No estaba tan fría como hubiera imaginado pero sintió un escalofrío y decidió caminar unos metros por la orilla hasta llegar a las rocas. Una brisa marina acarició sus mejillas y respiró con profundidad aquel aroma tan tranquilizador que tan bien conocía y que tanto amaba. Estaba en un lugar extraño y sin embargo no se sentía descolocada por ello, más bien notaba algo familiar en el pueblo, como si ya hubiera paseado por sus calles o visto a aquellas personas. Era una agradable sensación.
     Cuando llegó hasta las rocas decidió volver al paseo marítimo y se sentó junto a un banco de cara al mar hasta que se le secaron los pies y pudo quitarse el exceso de arena. Sabía que le molestaría un rato pero no importaba, el paseo había valido la pena.
     Caminó varias calles bastante empinadas hasta llegar a lo alto del pueblo, donde se encontraba la parte más antigua de la misma . Se paró junto a una balaustrada de piedra a contemplar el mar. Estaba bastante habituada al mar porque en la ciudad donde vivían también había pero el tono de aquella parte del mar le resultó distinto. Era más azulado, más limpio.Luego aprovecharía a bajar hasta la cala cerca de la casa de su abuela, donde le dijo su madre que allí habría poca gente o ninguna. Sería más tranquilo y aprovecharía para llevarse un libro y leer. Olivia dejó la balaustrada y se adentró en una pequeña calle sin salida y allí  encontró la librería.  Se llamaba “Librería La Red” . Entró con algo de timidez dentro y el tintineo de una pequeñas campanas anunciaron su presencia en el local.
-Buenos días- exclamó una voz al final de la tienda
- Buenos días- dijo Olivia mirando hacia la dirección de la voz. Enseguida vio que se trataba de un hombre de unos cuarenta años, moreno con algunas canas, gafas con montura de pasta fina de color negro y la cara redonda con una barba incipiente. Era alto, mediría un metro ochenta. Vestía con un polo azul marino y unos tejanos desgastados. Se acercó hasta ella con una radiante sonrisa de bienvenida dejando un montón de libros por colocar dentro de una cajas de embalaje.
- No eres de por aquí ¿verdad?- dijo entrando dentro del mostrador.
- No, soy la biznieta de Blanca Méndez
- Ah, claro. Siento mucho lo de tu abuela- el rostro del hombre cambió por completo y se tornó serio .
- ¿La conocía?
- Si, era una asidua lectora y se pasaba por aquí todos los lunes para ver lo nuevo que llegaba. Era una mujer encantadora. Todos la queríamos mucho.
- Yo no la conocí pero he visto su colección de libros y es impresionante. Llenan toda la sala de estar. Me ha llamado mucho la atención.
- ¿Y porqué no has escogido uno de los libros de tu abuela en vez de comprar uno aquí?
- Buscaba un libro en particular y no creo que mi abuela lo tenga
- Te sorprendería la increíble variedad de libros que compraba. Pero bueno, tampoco los compraba todos. También se dedicaba a cuidar de su jardín así que no se pasaba todo el día leyendo- dijo volviendo a sonreír- ¿Qué libro buscas entonces?- el hombre sonrió y Olivia pensó que era una sonrisa franca.
- Si, se titula El mar de las algas Yakin de Andrea Maliesis. Es de la editorial Mamparo pero me gustaría mirar alguna otra cosa.
- Lo siento pero ése no lo tengo aún pero mira a ver si encuentras alguna otra cosa que te llame la atención.
     Desde fuera de la tienda la entrada no te daba a entender que fuera un local muy grande pero en cuanto entrabas te sorprendías. Tenía altos techos por lo que la sensación de agobio de otras librerías al tener tantos libros acumulados no existía. Las paredes estaban decoradas con motivos marineros, redes, arpones y fotografías de barcos y marineros en plena faena. Después de mirar las fotos Olivia comenzó a buscar en las estanterías otros libros que le llamaran al atención y fue hasta la estantería de fantasía y ciencia ficción. Tocó el lomo de varios ejemplares y vio uno de color verde oliva titulado El Recetario de Dimas Swarf, de Amelia Monreal y lo cogió para ojearlo. De pronto escuchó la campanilla de la entrada de la tienda y se giró para ver quién había entrado. Se trataba de un chico de su misma edad que saludó al tendero y se metió dentro del cuarto del fondo de la tienda. Olivia pensó que debía de tratarse de su hijo. Enseguida entró una segunda persona y sorprendida vio que se trataba de su madre. Dejó el libro de Amelia en el mostrador y se acercó hasta su madre.
- Mamá- exclamó Olivia- ¿ya has terminado de comprar?
- La tienda de la señora Pepa abre dentro de media hora así que he pensado en venir yo también a mirar libros.
     Olivia miró a su madre pero ésta le resultó extraña ya que parecía nerviosa y miraba hacia el interior de la tienda algo incómoda.
- Hola Tomás- exclamó Leonor mirando al tendero.-hace mucho tiempo...
- Hola- Tomás se acercó hasta ellas y le plantó dos besos en las mejillas a Leonor- así que esta es tu hija Olivia.
- Si- Olivia miró a su madre con mayor detenimiento y se percató de que su labio inferior temblaba ligeramente. Eso la sorprendió porque sólo se ponía así cuando estaba nerviosa o se enfadaba con ella. Tomás era el que la ponía en aquel estado. Pepa había comentado que ellos dos habían sido novios hacía años ¿era ese el motivo por el cual su madre se comportaba así?
- Salgamos fuera y hablaremos un poco. Un momento- Tomás se marchó hasta el interior de la tienda y salió con el muchacho que tendría la misma edad que Olivia-  Este es Diego, mi hijo
- ¿El hijo de Teresa?
- Si
- ¿Y qué tal está ella?
- Lo último que supe de ella era que estaba viviendo en Madrid
- ¿Os divorciasteis?.
- Si hace unos ocho años, pero vayamos fuera. Creo que tenemos bastantes cosas que contarnos- Leonor y Tomás se marcharon dejando solos a sus dos hijos en la tienda.
     Diego le dio la espalda a Olivia y sin hacerle el menor caso fue hasta la pila de libros que su padre había estado arreglando y continuó su trabajo. La muchacha lo miró perpleja mientras se alejaba a la otra punta de la tienda. El chico tenía el semblante un tanto arrogante. Era moreno, de un metro setenta y , al igual que su padre, llevaba unas gafas pero éstas eran de montura negra y fina de metal. También tenía un montón de pecas en las mejillas y sus ojos eran azules. Era atractivo, no cabía duda pero su actitud tan arrogante le había dejado más bien fría. Decidió entonces continuar mirando en las estanterías cuando un pitido procedente de su bolso la sobresaltó. Sacó su móvil y lo desbloqueó pasando su dedo sobre la pantalla táctil. Tenía un mensaje de Sandra:
- “Hola, que tal te va por tierras extrañas?- iba acompañado de un emoticon burlón. Olivia miró a Diego que seguía revisando unos papeles en el mostrador y comenzó a teclear su móvil.
- Por esos lares bien, es un lugar bastante chulo. Tenemos playa y la casa no está nada mal. Lástima que no estés aquí. Ahora estoy en una librería.
- Tú y tus libros (emoticón de burla) Esta tarde quedo con Toni, ya te contaré.
- Tony? No me habías dicho nada. No decías que te caía mal?- emoticón interrogante
- Ayer nos encontramos en una cafetería del puerto y comenzamos a charlar. Hemos quedado para estar tarde.
-
- No dejes de contarme y espero te vaya bien.- Olivia le mandó un emoticón de beso y volvió a guardarse el smartphone en su bolso, con cuidado de que estuviera bloqueado.
     Olivia se acercó hasta el mostrador y buscó con la mirada a Diego, que había comenzado a poner unos libros en sus respectivos sitios.
- Perdona- le llamó Olivia- ¿Podrías cobrarme?
     Diego la miró con mala cara pero dejó lo que estaba haciendo y se acercó hasta el mostrador, tecleó en la máquina registradora y pasó el lector el libro que había cogido Olivia.
- Serán 16 euros- exclamó serio mientras hurgaba en el interior del mostrador-  si quieres por dos euros más tenemos estas bolsas de tela de la tienda.
     Olivia observó la bolsa que era azul marina y con un dibujo de una red blanca extendida y un libro debajo de ésta, y el nombre de la tienda debajo. Era chula así que asintió y el chico metió el libro dentro de la bolsa. Diego pasó el lector por un papel que tenía pegado en la máquina registradora y que sumó dos euros a su cuenta.
     Olivia sacó de su monedero un billete de 20 y se lo dio. El chico lo cogió sin mirarla y tecleó en la máquina registradora para cobrarle  
- Gracias- dijo Diego y acto seguido se volvió hasta los libros que había estado colocando.
     Olivia pensó en lo estúpido que parecía trabajando de cara al público porque no la había mirado ni una sola vez mientras la estaba cobrando, y era de muy mala educación. En ese momento entraron su madre y Tomás todo sonrisas.
- Nos vamos Olivia- dijo Leonor sonriendo.
- Claro mamá. Ya he comprado un libro- la sonrisa de su madre le dio a entender que se lo había pasado muy bien hablando con Tomás.

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