Relato: Tarvos (Part. 2)


Golpeé con todas mis fuerzas la cabeza del ser y mientras los tentáculos serpenteaban vi horrorizado que un tentáculo más pequeño sobresalía por uno de los orificios de la nariz. Noté el crujir de su cabeza contra la barra y se abrió un boquete que desperdigó todos los sesos por su pelo negro y lleno de grasa. El hombre se quedó parado por un segundo al igual que el pulpo que tenía metido en la boca pero volvieron a moverse, como si no hubiera pasado nada. Me alejé de él y mi estómago comenzó a revolverse, vomité todo el desayuno sobre el ser el cual había aprovechado para acercase de nuevo a mi y me agarró con ambas manos el cuello con tanta fuerza que pensé que me iba a explotar toda la cabeza.
Intenté gritar, pedir auxilio con la esperanza de que mi padre o mi tío aparecieran y me salvaran de aquella horrible pesadilla pero fue imposible que mi garganta emitiera sonido alguno. Noté entonces que comenzaba a faltarme el aire. ¿Iba a morir así, solo y sin nadie que me ayudara a sobrellevar mi paso al otro mundo? Forcejeé para tratar de escaparme pero era imposible, me tenía demasiado agarrado.
- Tadao- gritó una voz en mi oreja. - ¡Lucha!
La voz de mi padre estaba sonando en mi cabeza. Debía de estar ayudándome desde la tierra de los muertos para que fuese fuerte y llegara hasta él. Volví a forcejear con todas las fuerzas que me quedaban, agarrando al monstruo para tratar de zafarme pero sólo podía tocarme los brazos. Le arañé y pataleé pero fue inútil, noté entonces que me comenzaba a nublar la vista, en cualquier momento perdería la conciencia y moriría.
- Lo siento padre- pensé mientras dejaba de luchar. Me desmayé.

Cuando volví a abrir los ojos me encontré de lleno con la cara de mi tío. Fruncí el ceño sin acabar de creer que mi tío estuviera delante de mi, sonriendo.
- Tadao, me alegro de que despiertes al fin.
- ¿Qué ha pasado?- exclamé mientras trataba de incorporarme. Me dolía horrores la cabeza.
- No te muevas y descansa.
- ¿Dónde está ese ser?
- Te has dado un golpe muy fuerte en la cabeza y pensamos que habías muerto junto al resto de cuerpo de ingenieros. Te descubrió la nave cuando se volvió a sellar el compartimiento. Tenías unas constantes muy bajas y te trasladamos aquí de inmediato.
- ¿Mi padre?
- Lo siento- por su cara supe que mi padre estaba muerto.
- Tuve un sueño de lo más extraño.- comencé a decir mientras me miraba una de las manos para ver que todo era real. Traté de moverla pero no me obedeció, la tenía agarrada en la camilla. Miré la otra y también estaba igual, lo mismo con mis pies. - ¿Porqué estoy sujeto?
Mi tío abrió la boca y comenzaron a salir viscosos tentáculos que se acercaron hasta mi rostro. Traté de apartarme pero no pude. Y de esos tentáculos apareció una boca repleta de dientes verdes afilados que babeaban hambrientos. Se acercaron hasta mi y noté crujir mi propia nariz y la sangre que resbalaba por mi rostro. Volví a notar que me desmayaba de nuevo pero antes de desmayarme escuché el grito de mi padre tras la bestia.
Desperté confundido y me incorporé. Mirando a mi alrededor me di cuenta de que volvía a estar solo, otra vez sobre la camilla de la enfermería. No estaba atado y un alivio inundó todo mi cuerpo pero seguía sin acabar de comprender. Una serie de cables iba desde mi cabeza hasta un panel de la sala. Me toqué la cabeza y noté que me la cubría un casco y entonces recordé que la bestia me había arrancado la nariz de un mordisco. Temiendo no encontrarla acerqué mis temblorosas manos hasta la cara. Cuando la punta de mis dedos tocaron mi nariz sentí un alivio inmenso. Estaba intacta. ¿Había sido todo un sueño? Era la única explicación porque sino mi nariz tendría que seguir en el estómago de la bestia y yo tener un vacío en mi rostro. Pero mi camiseta estaba manchada de sangre y eso me indicaba de que no había sido producto de mi imaginación.
- ¿Hola?- dije con la esperanza de ver aparecer a alguien de la tripulación por la puerta. Me quité el casco y lo dejé a un lado. Seguía sin aparecer nadie. Ni la tripulación restante, ni mi atacante. Pensé por un momento que era un alivio porque volver a ver aquel ser no me apetecía, mucho pero de nuevo me sentí solo. No me gustó. Me levanté con las piernas temblando y caminé hasta la puerta de la entrada. Intenté abrirla con el comando de voz pero se negó a obedecerme así que accioné el botón de abrir el panel que se hallaba a mi derecha y la puerta cedió sin problema alguno. Angustiado ante lo que pudiera encontrarme al otro lado traspasé las puertas con cautela y vi que el pasillo que unía la bodega de carga y las escaleras para bajar a la planta de abajo estaba vacío. Al menos las luces estaban bien, ni parpadeaban como el una vieja película de miedo.
Comencé a caminar otra vez en dirección a la sala de control mirando hacia todos lados como un loco y con el corazón a mil, creía que alguien saltaría sobre mi e intentaría engullirme. Un pitido de alarma se comenzó a escuchar por toda la nave, sonaba como una advertencia de proximidad. Alguna nave se estaba acercando a la Tarvos. Corrí todo lo que pude hasta la sala principal y allí vi a mi tío mirando la pantalla en una de las consolas de pie.
- ¡Tío!- grité aliviado.
- Tadao, me alegro de que estés despierto ya. Y la nariz te ha quedado perfecta. Ayúdame con ésto- no sonrió sino que me indicó que me posicionara en la silla de Benson. Obedecí y accioné la pantalla de la consola secundaria.- parece que nuestros amigos quieren más caña.
- ¿Qué ha pasado?
- El ataque a la nave proviene de Arette, una nave de guerra de Alaçian. Te hablé de él.- dijo sin mirarme.
- ¿Al que le ganaste Tarvos?
- Exacto. Quiere acabar con toda mi tripulación. Nos está intentando teletransportar uno a uno a su nave para hacernos prisioneros. Sólo quedamos tú y yo. Es la segunda nave que viene, la Elian lleva una hora asediándonos.
- ¿Qué puedo hacer para ayudarte?
- Intenta acceder al armamento. Arette nos ha intentado colapsar todas las armas enviando aquí a un hombre espía. Es el que intentó matarte hace unas horas.
- ¿El de los tentáculos?- mi tío me miró extrañado pero no dijo nada.
- Necesito que pulses la clave de acceso para accionar los misiles de corto alcance.
- ¿Yo?
- Desde aquí no puedo accionarlos yo, estoy controlado el campo que evita que encuentren una brecha para colarse dentro de la nave.
- ¿Pero yo no se la clave de acceso?
- Es la misma que pulsaste para que no se abriera la puerta en la bodega de carga.
¿Me había estado siguiendo los pasos? Accioné los números que me pedía y noté como toda la nave vibraba ante un disparo en los escudos de proa. Un estallido en estribor provocó que se desestabilizara la nave. Estaban disparando desde varios flancos. Miré la pantalla y asustado vi que los escudos estaban al uno por ciento.
- ¡Los escudos!- grité alarmado.
- Lo se, lo se. Pasa toda la energía a los escudos de proa y estribor. Intentaré conseguir un poco de tiempo.
- ¿Tiempo? ¿Para qué?- no entendía las palabras de mi tío.- ¿Nos atacan solo porque perdiste la nave?
- No seas bobo chaval. Nos asedian por la carga.
- Pero si las cajas están vacías.
- Eso es lo que parece. Tienen un escudo que los hace invisibles.
- ¿Pero el qué?
En ese preciso momento noté como mis ojos veían miles de estrellas titilantes y desaparecía la sala de control ante mi. En menos de dos segundos aparecí en un bosque. Mi tío me había teletransportado a un planeta. Miré a mi alrededor y vi que todos los contenedores de carga estaban a mi lado.
- Mierda- exclamé sin ver a mi tío por ningún sitio. Alcé la vista y vi una pequeña explosión en el cielo. Era la Tarvos con mi tío a bordo.- ¡ Nooooooooooooo!
Caí de rodillas sobre la hierba húmeda y lloré de forma descontrolada. Estaban todos muertos y todo por aquella malditas cajas vacías. No podía ser cierto. Me encontraba en un planeta lleno de una naturaleza exuberante, un aire puro se colaba por mis pulmones provocando que se expandieran como hacía mucho que no lo hacían. Toqué el suelo y agarré un puñado de tierra mezclada con hierba y sentí unas ganas inmensas de besarla. Hacía años que estaba encerrado en aquel carguero y apenas había visto la naturaleza en su esplendor. Tuve sentimientos encontrados y perturbado escuché un ruido que provenía de los contenedores.
- ¿Hola?- dijo una voz a mi espalda. Me di la vuelta asustado y cual fue mi sorpresa que ante mi se encontraba una chica con la cabeza rapada y los ojos azules más bonitos que hubiera visto. Estaba dentro de la caja, una que había abierto y que probablemente había sido yo horas antes al tratar de hallar respuestas. Me levanté y me acerqué hasta ella.
- ¿Quien eres?
- Somos la raza haldan y teníamos que ser transportados a la Luna de Perian por un tal Liven a bordo de la Tarvos. Huimos de Alaçian. Somos los últimos de mi especie y nos tenía encerrados para vendernos al mejor postor.
- Pero si en las cajas no había nada- dije sin comprender.
- Nuestros cuerpos crean un campo de camuflaje cuando se creen en peligro. Uno de los nuestros salió de los contenedores cuando el sistema de transportación comenzó a fallar.
- ¿El hombre con tentáculos?
- Tenía hambre.
No entendía nada. ¿ Aquel ser había sido uno de ellos? No se parecía en nada a ella.
Todos los contenedores se fueron abriendo y apareciendo hombres, hombres y niños. Salieron algo aturdidos mirando a su alrededor.
- Y seguimos teniendo hambre- exclamó una mujer mayor acercándose a él mirándome sonriente. Yo di unos pasos atrás porque no me parecía que me mirara con buenos ojos ¿o si?
- Alto- exclamó la chica que había hablado en primer lugar. La mujer le obedeció a regañadientes.- éste es para mi.
La joven se acercó y vi como unos tentáculos salían de su boca y se abalanzaban sobre mi mientras pensaba en el sacrifico de mi familia por salvar una raza de crueles seres. Agaché la cabeza asustado y vi que sus pies estaban echos de tierra que parecían querer fundirse con el suelo, como si el planeta quisiera reclamar a aquel ser, como si formara parte de él.
Y así fue como morí, un día de primavera en un planeta desconocido y a manos de unos seres extraños. ¿Porqué pensé que era primavera? Porque cuando mi cabeza cayó sobre la hierba lo último que vieron mis ojos fueron una exuberante pradera llena de flores nuevas y radiantes,y mi padre me había contando que así eran las primaveras en la tierra antes del Gran Desastre.

















2 comentarios:

  1. El diario de Azarie me ha hecho descubrir tu blog. Hoy lo visitó por primera ver y me ha gustado lo que compartes en tu bitácora. Volveré para seguir leyéndolo.
    Me gustaría invitarte a dar un paseo por El zoco del escriba y que charlemos allí de lo que prefieras mientras tomamos un té con hierbabuena
    Que tengas un feliz día.
    Alberto Mrteh (El zoco del escriba)

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    1. Hola y gracias por pasarte por el blog. Voy al tuyo a tomar un té con hierbabuena.
      Saludos

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