Aquí va el relato que presenté a los Premios Ripley y además mi primera incursión en la ciencia ficción escrita, así que espero que no os asustéis mucho. El relato son 12 páginas y para que no se haga demasiado pesado de una sentada lo dividiré en dos partes. Aquí tenéis la primera parte. En unos días colgaré la segunda. Acepto críticas constructivas. ;)
TARVOS
Desde la posición en la que me encontraba no podía ver bien como arreglaban el problema del gran salto espacial que la nave había ejecutado si previo aviso, hacia pocos minutos. Me había tenido que refugiar de la furia de las máquinas mientras los ingenieros calibraban la configuración de los motores de plasma. Un humo oscuro inundaba parte de la sala y apenas podía ver bien. Mi padre había decidido que era mejor que su hijo estuviera fuera del alcance de los motores porque era muy peligroso mientras él ayudaba a los ingenieros a controlar el escape. No era justo así que cuando no llevaba más de cinco minutos agazapado tras unas planchas de metal me levanté para contravenir las ordenes paternas, pero fue en ese momento cuando sentí vibrar todo el suelo del compartimento, y una gran explosión retumbó en mi oídos y me echó para atrás aplastando mi espalda contra el panel de metal. Asomé la cabeza para ver de qué se trataba y vi que, donde hasta hacia un momento estaba mi padre, ahora había un agujero enorme que comenzaba a succionar todo el aire a su alrededor. Me agarré a un saliente de la pared para no salir volando hacia la nada del espacio. Pensé que ese sería mi fin y que sería arrastrado, como al resto del cuerpo de ingenieros. Noté como mis piernas y el resto de mis extremidades flotaban queriendo escapar hacia el vacío. Por suerte para mí las medidas de seguridad de la nave aún funcionaban y el protocolo de sellado creó un campo de contención y caí al suelo de golpe, con tan mala suerte que mi cabeza rebotó contra el suelo y me desmayé.
Desperté una hora después en el mismo sitio en el que me
había desmayado. Me puse de pie algo desorientado y noté un intenso
dolor de cabeza. Seguramente tenía algún tipo de conmoción pero no
podía quedarme allí plantando, tenía que correr hacia el puesto de
mando del carguero para ver qué había pasado. Subí la trampilla
por la que se accedía a la planta superior y corrí hasta allí pero
nada más entrar en la cabina de mando me quedé parado. El lugar
estaba desierto, no había nadie. Allí debían de estar Stieg,
Benson, Karl y Liven mi tío, pero no había rastro de ninguno de
ellos. ¿Dónde demonios estaban? Me acerqué hasta el panel
secundario y tecleé el acceso de mi padre para ver donde estaban las
señales de vida de la nave. Me había dado su código por si surgía
alguna emergencia. No tenía acceso a las partes principales de la
nave y también sabía que estaba prohibido dar códigos a otras
personas pero mi padre confiaba en mi y sabía que no los iba a usar
si no era una situación de vida o muerte.
Tras poner los códigos accioné la opción de signos de vida y
el ordenador rastreó la nave para interceptar a la tripulación,
pero la pantalla no encontró rastro alguno. Pensé que la máquina
se estaba equivocando y volví a formularle la misma petición, pero
me dio el mismo resultado: O formas de vida humanas en la nave.
Aquello era de locos ¿dónde diantres se habían metido todos?
Cambié el radio de ampliación de búsqueda a unos cuantos
kilómetros a la redonda y el ordenador volvió a contestar lo mismo.
Debía de ser una maldita broma. Decidí cambiar de terminal y me fui
al panel principal con las mismas peticiones, pero me siguió
contestando igual.
Miré hacia la ventana principal del carguero y lo único que se
veía era inmensidad del espacio, lleno de motas minúsculas de
estrellas lejanas desconocidas. Debíamos de estar cerca de la
posición inicial antes de la explosión de la zona de ingeniería,
porque apenas habíamos saltado cinco segundos pero el ordenador
marcaba que no. ¿Nos habíamos podido desplazar tanto en tan poco
tiempo? Sabía que existían los motores secundarios que daban más
potencia a los saltos espaciales pero en cincos segundos poco espacio
debíamos de haber hecho. En aquella sección del espacio estábamos
rodeados de planetas y no hubieran tenido problemas en caso de
fallos, pero allí no había nada. La cosa no cuadraba. Le pregunté
a la nave donde nos encontrábamos.
- ZONA TRES, SECTOR VEC
¿Zona tres, Sector Vec? Pensé que el ordenador también se
encontraba estropeado. Aquel sector no existía en las cartas
estelares, no era posible. Era la primera vez que escuchaba la
denominación de un Sector como Vec. La cabeza comenzó a darme
vueltas y caí al suelo mareado. Todo aquello debía de ser una
broma, no era posible. Seguro que estaba tumbado en su cama soñando.
Me seguía doliendo la cabeza pero algo menos. Pensé entonces
que quizás el ordenador estaba estropeado y que el panel de signos
de vida se equivocaba. Decidí inspeccionar la nave por mi mismo. La
nave Tarvos no era excesivamente grande pero sí lo suficiente como
para tener que estar más de una hora de rastreo manual.
Tarvos pertenecía a mi tío Stieg ganada de forma limpia, eso es
lo que él aseguraba, en una carrera de stekers, en la ciudad de
Rein situada en la Luna Colonizada. El infeliz y anterior dueño de
la Tarvos era un pretencioso jugador llamado Alaçian que creía
segura la apuesta. Después de salir de Rein con la nave nueva mi tío
comenzó a recibir encargos transportando de un planeta a otro
material dado que tenía una buena bodega. Su vieja nave con la que
apenas ganaba para subsistir acabó en la chatarrería orbital de
Delox por la que le dieron apenas unos míseros lixes.
Agarré una de las linternas que se encontraban colgadas en uno
de los paneles de la pared. Mis nervios estaban algo alterados y me
estaba algo conmocionado por ver salir despedido a mi padre y a los
otros dos ingenieros por el agujero. Pero no podía llorar en aquel
momento, necesitaba saber donde estaba el resto de la tripulación
antes de venirme abajo.
Caminé a toda prisa. Primero pasé por las primeras cinco
cubículos de la planta de abajo de la nave pero en ninguna de ellas
había signos de vida. Cuando subí por las escaleras me di cuenta de
que la primera planta estaba a oscuras. Las luces de emergencia no se
habían encendido bien y el incesante y anaranjado parpadeo no daba
una buena visibilidad en el camino. Encendí mi linterna y un potente
rayo alumbró el pasillo, aliviado por no encontrarme de cara con
algún extraño ser comencé a caminar en dirección a las otras
cinco estancias privadas, una de ellas era la que compartía con mi
padre. Había oído tantas historias de criaturas aliénigenas con
mil tentáculos que mataban a humanos que pensé que encontraría
algún ser extraño que había acabado con la tripulación. Un ruido
hizo que se me erizaran los pelos de la nuca, y giré en redondo
asustado. Parecían pasos que se acercaban. Mi padre me había
asegurado de que las naves viejas como aquella tenían a emitir
extraños ruidos que provenían de las máquinas de aire y que
parecían gente que se arrastraba por el suelo. Y eso era
precisamente a lo que sonaba.
- ¡Joder! ¿Hay alguien por aquí? - grité algo asustado pero nadie
me contestó. El ruido de pies arrastrándose se seguía escuchando.
Mi primer impulso fue salir de allí corriendo y poner más
distancia entre el ruido y yo. Me reí de mi mismo cuando llegué
hasta la bodega de carga y me dije que era un cobarde. Abrí la
puerta con la clave de acceso y entré dentro del compartimento. La
carga seguía allí: 180 cajas de madera selladas y preparadas para
entregar a su destinatario. Me acerqué y toqué una de las cajas
para cerciorarme de que estaban bien cerradas y en ese momento por el
rabillo del ojo me di cuenta de que una de ellas estaba abierta.
Corrí hasta donde estaba la caja abierta y miré en su interior.
Estaba vacía a excepción de un puñado de tierra en el fondo No
tenía ni idea de lo que transportábamos, mi tío no me lo había
dicho, sólo sabía que iban dirigidas a un poderoso dignatario del
Sector Beta pero tampoco sabía su nombre. Cogí una ganzúa y abrí
otra de las cajas para ver de qué se trataba aquel preciado
cargamento que parecían haber robado. Cual fue mi sorpresa que
dentro de la otra caja sólo había una poca tierra removida ¿Cómo
era posible? Yo había ayudado a transportar las cajas dentro del
compartimiento y sabía que pesaban bastante, y no obstante estaba
también vacía. Sorprendido me acerqué a varias cajas más pero
todas estaba igual. Los sellos de cerrado intactos pero sin nada
dentro. Debía de ser una broma. Incrédulo me acerqué hasta el
panel de control del compartimento y tecleé la clave pero el
ordenador no me dio acceso, debía de ser otra clave distinta que mi
padre no me había querido dar. Quizás se habían llevado la carga
mediante transportación pero sin tener una clave de acceso de los
contenedores no era posible dado que tenían un sellado Steinder que
inhabilitaba la transportación instantánea. Frustrado por la poca
información de mi familia volví a escuchar unos pasos que se
acercaban hasta mi posición y asustado cerré la puerta de la bodega
antes de que esa cosa que se acercaba pudiera hacerme nada. Mi padre
no me tenía que haber contando cuentos tan horrendos cuando se venía
arriba con el alcohol. Decía que las viejas historias de aventuras
espaciales de la familia eran una buena charla para estar alerta en
cualquier ocasión. El espacio podía ser una pesadilla si no tenías
los cinco sentidos alerta en todo momento.
Me agaché hasta el suelo y me acurruqué como cuando mi padre
se iba de la habitación tras contarme aquellas historias, arrebujado
con mis piernas contra el pecho y temblando de miedo. Esperaba a que
se fuera del cuarto y me hacía el valiente cuando las contaba pero
luego me venía abajo. Y ahora los restos de él y los otros dos
ingenieros estaban esparcidos por el vacío espacial. No volvería a
contarme nada, no podría oír su voz de nuevo. ¿Y mi tío y el
resto donde estaban? Intenté levantarme pero mis piernas se negaron
a obedecerme. Y así estuve, lo que creí que fueron horas, llorando
a moco tendido y tiritando por verme solo en aquella inmensa nave. Me
había quedado paralizado. Tenía quince años pero me sentí como si
tuviera cinco y siguiera en la Tierra antes del Gran Desastre, en
aquella pequeña habitación llena de decoración estelar y con el
sueño de ir algún día al espacio, junto a mi tío, su hermano y
una valiente tripulación que trabajaba para ellos.
Un pitido hizo que dejara de llorar y me levantara del suelo
como un resorte. Miré el panel y vi que la alarma de activación de
la puerta al exterior estaba encendido. Si sonaba significaba que las
puertas de la bodega de abrirían y estaría expuesto al espacio.
Moriría de inmediato. Tenía que hacer algo y rápido pero la clave
no funcionaba y aúna si volví a introducirla en el teclado.
- INCORRECTO- dijo el ordenador con una voz chirriante.
Me centré en que podrían ser unos números que no fueran al
azar y que significaran algo para mi tío. De pronto sonaron unos
golpes en la puerta, como si alguien la aporreara desde fuera.
- ¡Largo!- grité sin dejar de mirar el panel. Necesitaba
concentrarme y la criatura horrenda que podía estar fuera tendría
que esperar. Un problema tras otro, me dije intentando calmar mis
nervios. La nave comenzó a dar bandazos, como si le estuvieran
torpedeando. Debíamos de estar sitiados por alguna otra nave,
aquello no me gustaba.
Los ruidos de los hidráulicos al iniciar el elevado de la puerta
de la bodega comenzaron a sonar en mis oídos, como un mal próximo,
una muerte que espera el momento para atacarte. Lenta, inhóspita y
repleta de nada. Las manos me sudaban de tal forma que resbalaban en
el teclado cada vez que intentaba una clave nueva. Mi cabeza estaba
bloqueada y no había manera de que pensara con claridad, estaba
visto que las situaciones de estrés no las llevaba muy bien. Pensé
en la bronca de mi padre por ponerme nervioso en ese momento y como
un grito lejano escuché su voz aleccionándome a que volviera a
teclear aquella maldita consola.
- Mierda- grité desesperado. El ruido chirriante de las bobinas se
tornó más insoportable y sentí que mi cabeza iba a explotar.
Entonces me vino a la cabeza el número con el que mi tío había
apostado a las carreras de stekers para conseguir Tarvos y me dije
que no podía ser tan fácil. Tecleé los cuatro dígitos.
- ACCESO APROBADO- exclamó la voz. Aliviado entré en los controles
de la puerta y activé la parada manual para detener la puerta y los
chirridos dejaron de sonar en la cabeza. Por un momento sonreí pero
entonces los golpes en la puerta siguieron sonando. Me había
olvidado de extraño ser que podía aguardarme en el otro lado. Cogí
una barra de metal que se encontraba apoyada en la pared y le di al
botón de abrir puerta.
Pensé que los latidos de mi corazón iban a salir de mi pecho y
contuve la respiración ante lo que pudiera depararme el destino
ahora. Cuando la puerta se abrió me mostró a un hombre que debía
de medir dos metros, desnudo de cintura para arriba y con la cabeza
ladeada. De su boca salían cuatro tentáculos, como si se hubiera
comido un pulpo vivo y se le hubiera atragantado en la garganta,
tenía los ojos blancos y no parecía que miraran a ningún lado.
Elevó las manos para moverse, como si se tratase de alguien que
intenta ver por donde va. Mi primera reacción fue correr hacia el
final de la bodega e intentar esquivarlo pero mi adrenalina estaba
disparada a causa del problema con la puerta así que alcé el bastón
y arremetí como un poseso hacia el deforme ser gritando como un
loco. A causa de la tensión mis ojos estaban lagrimeando y dejaron
una estela de brillantes gotas tras de mi lo que provocó que mi
visión de viera empañada por el agua salada de mis lágrimas.
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